¡Por fin he terminado la mujer-jirafa!
Cuando alguna situación me angustia, los cuadros y los libros me ayudan a seguir adelante. En esta ocasión el “tsunami” que nos ahoga me ha empujado a leer, escribir o pintar, intentando ocupar los espacios libres en alguna actividad que compensara el desasosiego que sentía y aún siento.
Hacía tiempo que tenía en mente la imagen de las mujeres llamadas “de cuello largo o cuello jirafa” cuyo poblado visité en el norte de Tailandia, a escasa distancia de Chiang Mai. Son Padaung, grupo étnico o tribu Karen. Llegaron a esa región húmeda huyendo de la guerra civil en Birmania, donde sus miembros eran despreciados por el gobierno.
¿Por qué alargan sus cuellos con anillas doradas que también colocan, a veces, en piernas y tobillos? A los ojos occidentales puede parecer un disparate pero para ellas es un motivo de belleza, creen asemejarse a un dragón, figura de tradición milenaria en su cultura.

Nunca se quitan los anillos, viven y hasta duermen con ellos con su cabeza apoyada en un ladrillo. Piensan que cuanto más largo es su cuello más hermosas son.
Hoy en día el poblado está organizado para recibir al turismo, sus calles están repletas de tenderetes llenos de telas de vistosos colores, figuras hechas por ellas mismas y niños que corretean alegremente entre ellos. Es su única fuente de ingresos ya que ni siquiera el gobierno tailandés se ocupa de ellas; ganan su vida honradamente, son mujeres valientes y fuertes, dignas de respeto y admiración.
Tenía pendiente un cuadro con el que rendirles homenaje porque forman parte de un viaje cuyo recuerdo para mí es inolvidable.
Cuando comenzó a ser crítica la situación sanitaria decidí, tal vez por esa necesidad que os comentaba de encontrar alguna luz, que aquel era el momento oportuno para pintar mi mujer jirafa.
No podía y no quería comprar material para llevar a cabo el cuadro, tenía que hacerlo con lo que había en mi pequeño chiringuito. Lo que encontré fue un papel de calidad regular y una estupenda caja de acuarelas sin estrenar.
¡A la tarea! Durante estos meses y compaginándolo con todas las demás historias que ocupan mi tiempo fui pintándola. Tengo grabadas en mi retina las arrugas de su cara, causadas por el tiempo, el clima y la vida dura; también el color oscuro de su piel curtida por el sol y el reflejo de sus anillas doradas que estiran su cuello y adornan su muñeca.
No tengo ni idea de cual sería su nombre ni de qué habrá pasado con ella pero su imagen, os lo puedo asegurar, tendrá un lugar destacado y visible en otra meta importante de mi vida que está aún por llegar.